Yo no estuve en ese atentado.
Tú tampoco.
Pero sentimos el golpe en el pecho.
Nos dolió el país —otra vez.
El miedo volvió a entrar por la piel como un viento conocido.
El cuerpo se tensó, la mente se aceleró, la rabia se encendió.
Y cada quien corrió a su trinchera ideológica a disparar lo que podía:
Palabras. Tweets. Opiniones. Juicios. Señalamientos.
Nos volvimos expertos en gritar desde la razón.
Pero, ¿y si en vez de buscar tener razón, nos diéramos permiso de sentir?

Lo que duele afuera, también duele adentro
Y aunque pensemos que lo que duele es “allá afuera”…
La verdad es que también estamos de duelo aquí adentro.
Quizás no hemos tenido tiempo de mirar ese duelo de frente.
Tal vez lo hemos disfrazado de activismo, de rabia, de sarcasmo o de resignación.
Pero está ahí.
Silencioso.
Esperando ser sentido.
Duelo también es por el país que soñamos y no ha sido.
Por la sensación de no pertenecer, de no confiar, de vivir con el alma en vilo.
Duelo es por los amigos que se fueron.
Por las familias que se rompieron por ideologías.
Por las veces que callamos para no ser atacados.
Por las veces que nos hicimos los fuertes para no parecer vulnerables.

Lo que no se siente, se repite
El problema de no nombrar el dolor es que se enquista.
Se convierte en tensión en el cuerpo. En enfermedad. En indiferencia.
Y a veces, en odio.
Nos volvemos adultos heridos, criando nuevas generaciones desde el miedo.
Seguimos reciclando patrones de desconfianza, de control, de supervivencia.
Pero lo que no se siente, no se sana.
Y lo que no se sana… se repite.
Tenemos una manía colectiva: querer tener razón a toda costa.
Como si la vida fuera una guerra que se gana con argumentos.
Pero el alma no necesita que tengas razón.
Necesita que seas honesto.
Contigo. Con lo que te duele. Con lo que no has dicho. Con lo que te atraviesa.
Y ahí es donde entra el verdadero duelo:
Cuando decides dejar de pelear afuera,
para atreverte a mirar lo que pasa adentro.

Rendirte al Duelo no es un taller para hablar de política.
Pero sí es un espacio para reconciliarte contigo,
para soltar el peso que vienes cargando,
para dejar de anestesiarte con opiniones y comenzar a escucharte en verdad.
Es un lugar donde no tienes que saber qué hacer con todo esto.
Solo tienes que estar. Sentir. Respirar. Escribir. Compartir.
Es lo más revolucionario que puedes hacer hoy:
No desde la rabia, sino desde la raíz.
🌿 Factos poderosos para mirar hacia adentro
- El jucio es el mecanismo de defensa para no afrontar lo incómodo que habita en nosotros.
- Tu cuerpo habla, lo que no sabes cómo decir ¡Escuchémolo!
- Aprender a decir, soltar y entender lo que sentimos, también es una forma de sanar.
- No hay nada de lo que aceptemos, que pueda tener poder sobre nosotros.
- Querer tener la razón nos aleja de lo más importante: estar en relación.
- No se trata de entenderlo todo, sino de aprender a sostener lo que sentimos sin lastimar.
- Sentir no nos debilita, nos devuelve nuestra humanidad.
¿Qué pasaría si convirtiéramos cada juicio en una oportunidad para auto- examinarnos?
📍 Rendirte al Duelo – Taller presencial
Rendirte al duelo no es rendirte ante el dolor. Es atreverte a mirarlo de frente. Es dejar de señalar afuera y empezar a preguntarte:
¿Qué parte de esta violencia también vive en mí?
¿Qué tanto odio consumo a diario, sin darme cuenta?
Sanar no empieza con el otro. Empieza contigo. Con tu lenguaje. Con tus pensamientos. Con tu humanidad.
Si esto te resuena nos vemos en el próximo taller:
"Una jornada para liberar lo que pesa, sentir lo que duele y dejar de pelear contigo para empezar a vivir con más verdad."
Porque sí, el mundo cambia…
Pero no porque alguien grita más fuerte.
Sino porque alguien, en silencio, eligió sanar.
Eligió no pasarle su herida a los demás.
Eligió vivir en paz, aunque el mundo esté en guerra.
