Entre piedras, cascadas y abismos
El domingo volví a la montaña, con el propósito de conectar, recargar energías y también ponerme a prueba.
Antes de cada visita, tengo un pequeño ritual; me encomiendo a la montaña, le hablo, le pido permiso para entrar y que me deje volver porque la verdad le tengo respeto y algo de miedo pues a diferencia del asfalto, aquí nunca sabes realmente qué te vas a encontrar.
Solo sabes que el camino es incierto, lleno de sorpresas que no son de tu día a día, ni buenas ni malas… simplemente distintas y eso, de alguna manera, es lo que más me atrae.

En la montaña no puedes vivir en automático, pues te exige presencia absoluta; atención en cada paso, valorar cada cascada como si fuera la última, cuidar, cuidarte, y reconocer que las personas con las que caminas se convierten en algo parecido a una familia o tribu.
Esta vez, la ruta fue un reto mayor: terreno agreste, piedras sueltas, obstáculos imprevistos, tramos de suelo resbaladizo, caminos tan estrechos que un mal paso podía significar caer al abismo, ¡Literal!
Fueron 12 km de trocha -que se sienten 21km- donde cada movimiento debía ser calculado, no había margen para la distracción: el cuerpo y la mente tenían que ir al mismo ritmo.

Me golpeé un par de veces, la espalda y la canilla, nada grave, pero otra compañera no tuvo tanta suerte, pues su calzado básico y la falta de preparación física fueron un padecimiento constante, metro por metro.
Y aun así al final, todos llegamos de vuelta sanos, con mucho cansancio, pero salvos y con el corazón llenooo.
La montaña para mí es más que un lugar; es maestra, refugio y espejo, me recarga y me ayuda a soltar cargas que en el día a día se me quedan atascadas.
Allí, entre piedras y cascadas, recuerdo que el movimiento crea posibilidad, que moverme —aunque sea con cuidado, aunque duela, aunque asuste— abre oportunidades que nunca aparecen si me quedo quieta.

La montaña me enseña mucho...
Porque la verdad es que allá arriba, con el corazón latiendo fuerte y la respiración agitada, me di cuenta de algo: la vida no siempre avisa cuándo se va a poner difícil.
El terreno cambia sin pedir permiso y si no estás preparado física y mentalmente, te quedas atrás o peor, te quedas quieto lleno de miedo.

Y ahí es cuando converso conmigo y me pregunto:
¿Estoy entrenando para el terreno fácil o para el difícil?
¿Me estoy moviendo solo cuando el camino es plano o también cuando la pendiente asusta?
La montaña me lo dejó claro:
"Quien se mueve, se descubre y llega, quien se queda quieto, se asusta y se pierde."

¡Nos vemos en la montaña RQ!